El otro día estaba yo en plan filosófico y me puse a pensar en esto de la vida, de los gustos, de las relaciones en general y la apariencia física.
Después de un tiempo en este mundo puedo decir que es como cuando vas a una frutería:
Llegas al puesto donde están
las manzanas y te fijas siempre en las que tienen ese color rojo
impecable, las brillantes y apetitosas, las perfectas. Sabes que
normalmente no saben a nada y vas cogiendo y cogiendo esperando a que, cuando te las vayas a comer, encuentres una que esté buena. Sabes que alguna hermosa y rica tiene que haber en
ese saco.
Al final siempre quedan las manzanas que nadie quiere, esas
que no son tan bonitas, golpeadas e incluso que tienen un color mate, como apagadas. Esas que las apartas para ver si quedan de las otras y que pones cara de asquete y piensas: <<Que remedio>> cuando las coges porque ya sólo quedan esas.
Pero sabes que si las muerdes y las pruebas te puedes encontrar el
mejor sabor que has probado nunca.
Sé que soy una de las estropeadas (que no podridas) y sé que cuesta probarlas.
Realmente, en este gran "Juego de Manzanas" que se llama Vida, pocas
veces ganan las manzanas marchitas.
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