Yendo hacia Bilbao en el avión cogí una de esas revistas que hay en el asiento de delante. Normalmente no dicen nada interesante pero esa en particular me gustó y pude leer el artículo interesante de un museo muy curioso.
Para quien le pueda interesar, transcribo el texto entero de Natxo Medina:
"Esta historia va de hachas y pasteles, de gnomos de jardín y esposas de terciopelo y de mucho desamor. Cuando una relación de pareja más o menos larga se acaba, los objetos, sean cuales sean, se cargan de significado. Nuestro natural fetichismo hace que nos obsesionemos con ellos, como si esa foto, su cepillo de dientes, el neceser que se dejó en tu casa o el libro que le regalaste fueran contenedores de la presencia de tu ex-pareja.
El Museum of Broken Relationships de Zagreb es único en su especie y está consagrado, precisamente, a esta pulsión irrefrenable. Da lo mismo que uno sepa en el fondo que esa camiseta vieja de los Smiths es solo un trozo de tela gastada. Ocurre exactamente igual que con las reliquias de los santos que tanto nos gustan en nuestro país. Nadie se cree que ese pedazo de madera reseca sea, en realidad, una de las falanges de San Patricio, pero nos acercamos a verlo por si se nos pega algo de su supuesta santidad.
Los objetos que rodean una relación pesan, y mucho. Poseerlos es no acabar de perder la conexión con esa persona querida u odiada, un resorte para volver a activar las mismas glándulas que en su momento nos hicieron estar felices o tristes o para que nos devuelvan, aunque sea por un rato, ese pasado. A efectos prácticos, esos calcetines SON tu ex, aunque en realidad sean solo unos calcetines y, además, tirando a feos. Y a todos, en un momento u otro, nos puede la nostalgia.
Evidentemente habrá quien sea más o menos proclive a esta personalización de los objetos, pero a esa gente sin corazón no la tendremos en cuenta. Para todo lo demás, el Museum Broken Relationships debería ser desde ya un especial destino de peregrinación.
El museo, galardonado en 2011 con el premio Kenneth Hudson por ser el más innovador de Europa, nació en respuesta a una ruptura, la de los propios artistas que le dieron forma. De proyecto artístico individual pasó a ser una experiencia internacional colectiva, hasta acabar instalándose en su sede actual y convertirse en homenaje a las ruinas que toda relación deja.
Como afirma Olinka Vistika, una de las fundadoras del museo, "a menudo, el acto de donar sus pertenencias es para ellos (los donantes) una especie de ritual, de catarsis emocional para terminar de manera simbólica con una experiencia dolorosa".
Estas ruinas, estos objetos, son sobretodo una herramienta de reconstrucción narrativa. Pequeños hitos en las historias que nos contamos a nosotros mismos para tratar de entender el complejo proceso humano que supone compartir tu vida con alguien. Entender la manera en la que los acontecimientos se han ido desarrollando y cómo diablos algo que empezó tan bien pudo acabar como una guerra de Vietnam doméstica.
Otra cosa no, pero los objetos del museo historia tienen: un hacha venida de Berlín, que una mujer con el corazón roto usó para reducir a astillas los muebles de una extraicionera; un bol para amasar pan que pretendía ser erótico, pero acabó siendo un fiasco; un vestido de boda que vio dos continentes y apareció en un par de portadas de prensa; un cursi osito de peluche que sujeta entre las pezuñas un mentiroso "I love you" ...
Y así hasta completar una colección hecha de fracasos y alegrías, de rabia y mentiras y buenos recuerdos. Una colección como la vida misma y a la que, además, cualquiera puede hacer su aportación. Solo cuéntales tu historia. No seas tímido, todos tenemos una. Y en este peculiar museo lo saben mejor que nadie."
Si alguna vez se me ocurre ir a Zagreb (Croacia), el museo será un destino obligado y quizá pueda donar yo esa vaquita que hizo que volviera a llorar cuando me la traje de mi casa hace meses mientras escuchaba "Long Gone Before Daylight" de los Cardigans.
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