lunes, 25 de junio de 2012

Miré por el retrovisor detrás de mí


"Era una fría tarde de invierno, los árboles se movían con una brisa helada y se amontonaba la nieve en los bordes de la carretera. Conducía hacia casa de mi madre que estaba a varios kilómetros de la ciudad, saliendo por la comarcal hacia el pueblo.
Me fijé que iba en reserva así que me paré en la gasolinera que había justo antes de la salida hacia el pueblo, era de esas autoservicio y no había mucha gente. Me acerqué a la ventanilla y le dije al chico que quería llenar el depósito. Era un jovencito atractivo, alto, rubio y ojos claros, tenía barba de dos días y un lunar en la mejilla. Le eché dieciocho, no creo que tuviera más, llevaba la ropa de la gasolinera y dibujaba en un post-it líneas y garabatos mientras hablaba por teléfono. Al verme me sonrió, tenía una dentadura perfecta y blanca, le devolví la sonrisa y salí fuera a poner gasolina. Cogí la manguera de 95 octanos y tarde unos 3 minutos en tenerlo lleno. Abrí la puerta y cogí el bolso, era uno que me compró mi marido en los chinos, no era de calidad pero me encantaba el diseño. Fui corriendo hacia el chico, que ya había terminado de hablar. Noté que me prestaba demasiada atención e intentaba sacarme los colores haciéndome cumplidos y algún que otro piropo, ese joven era todo un seductor y no le faltarían mujeres que enredar. Logré sacarle un pastelito de grasas saturadas, tenía hambre y no le iba a salir gratis ese descaro de ligón de playa. Me despedí con una sonrisa traviesa mientras abría el pastelito y le metí un bocado, salí fuera y volví a correr hacia el coche. Dejé el envoltorio dentro del bolso, arranqué y salí hacia la carretera. Encendí la radio y metí una cinta de cassette de Roxette, puse el volumen a tope y fui a ajustar el retrovisor cuando vi unos ojos grandes que me miraron.
Era un hombre de unos cuarenta años, vestía una gabardina marrón y llevaba una gorra tipo boina, marrón también. Pegué un grito y el coche se me fue un poco al arcén pero enseguida pude controlarlo. El hombre tenía unos ojos grises fríos como el hielo, notaba la presión de su mirada clavándose en mi nuca. Le fui a preguntar que hacía ahí detrás pero me cortó diciéndome: "Tú conduce". Me callé y continué por la carretera, la canción que estaba sonando era la de "Sleeping in my car", que habla de tener relaciones en el asiento de atrás del coche, aquello me puso nerviosa. Volví a mirar por el retrovisor y me di cuenta que los bolsillos de la gabardina los tenía llenos de dinero, quise pensar que lo único que quería era que lo llevara a algún sitio y entonces me dejaría tranquila, pero seguía conduciendo hacia ninguna parte. 
El sol se estaba poniendo y ya no había mucha luz, los árboles parecían una pared oscura y empezaba a caer unos copos finos de nieve. Habíamos hecho ya bastantes kilómetros, me hizo coger un desvío por un camino de piedra y nos empezamos a adentrar en un espeso bosque cuando me ordenó que parase. Hacía rato que se terminó la música y solo se escuchaba el zumbido de los altavoces, paré el coche y empecé a temblar. Me hizo salir y me empujó al suelo, caí de espaldas y me clavé las piedras, las luces del coche me daban en la cara, pude ver como se acercó a mi y sacó una pistola de la chaqueta. La vi a contraluz mientras me apuntaba a la cara y me dije que iba a morir."

Me da mucha satisfacción ver como te hago llorar, así que me inventé esta historia porque llamar tu atención me hace sonreir.

Nunca miré hacia arriba ni aparecía en el espejo detrás de mí.

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