miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sueños (VI): Nymeria


El sol me pegaba fuerte en la cara, estaba tirado en la arena y las olas pasaban por encima de mis piernas. Abrí los ojos y la luz directa me cegó por unos instantes. A mi alrededor habían trozos de madera, plásticos, jirones de ropa, un par de maletas y algún chaleco salvavidas.
Cuando levanté la vista vi que me encontraba en medio de una pequeña cala, a lo lejos el mar se fundía con el cielo, a los lados las rocas hacían una forma de "C" así que mantenía el agua en calma como una balsa de aceite. 
Recordé una explosión y una sacudida tremenda que me tiró por la borda al agua. Mientras me hundía no paraba de pensar en Nym, que estaba en la bodega dentro de una jaula. No me dejaron subirla a cubierta, me dijeron que un lobo era demasiado peligroso tenerlo arriba, aun atado y con el bozal puesto.
Era una cría de 5 meses y medio, pero ya pesaba unos 19 kilos; era preciosa, con el pelo largo y blanco, los ojos eran azules pero cuando iba a llover se volvían azul turquesa; el hocico era pronunciado, las orejas las tenía en punta, la cola larga y el cuerpo grande y esbelto. Le estaba enseñando unos trucos y aprendía muy rápido, órdenes básicas y palabras comunes las entendía perfectamente, además obedecía. "Sienta", "tumba", "muerta" ... Era muy inteligente además de cariñosa y juguetona. Cuando jugábamos nunca soltaba el hueso de trapo, estiraba y estiraba hasta que le ordenaba que lo soltara. Con un año más ya no podría con ella de la fuerza que tenía. Por las noches se enroscaba a  un lado de mi cama después de darme un beso de buenas noches en la oreja y por las mañanas me despertaba mordiéndome los dedos de la mano para que jugara con ella. Crecía muy rápido y aprendía cada vez más. Sabía abrir las puertas y me traía la correa cuando quería pasear. Nos entendíamos a la perfección, ya era parte de mí y yo parte de ella, mi vida cambió cuando llegó y nunca pensé que pudiera separarme de ella ... hasta hoy.
Me incorporé, no sabía cuanto tiempo llevaba tirado en la arena y tenía el cuerpo entumecido, por lo que me costó dar unos primeros pasos. Al oeste veía una columna de humo que subía hacia el cielo así que fui hacia el saliente de roca para poder ver mejor. Cuando llegué pude ver que el barco había explotado partiéndose en dos, trozos de madera estaban esparcidos entre los restos y una de las partes se estaba hundiendo. Bajé un poco por las rocas para mirar mejor si quedaba alguien con vida cuando se me resbaló el pie y caí sobre una roca de costado. Me quedé sin aliento un rato, el golpe me afectó más en el hombro que en las costillas, aun así pegué un grito maldiciendo mi torpeza.
Cuando conseguí levantarme escuché unos gemidos que se convertían en aullidos entrecortados y ladridos. A unos 30 metros, dentro del casco del barco, estaba la jaula sobre unas maderas y se iban hundiendo lentamente. Nymeria estaba dentro, tenía la cabeza hacia arriba y pataleaba enérgicamente, el agua le llegaba por el cuello y aullaba sin parar.
Me tiré al agua sin pensarlo pero el hombro me dolía demasiado para darme prisa, la adrenalina hacía que me olvidara del dolor pero aun así no bastaba, ella se hundía y yo iba lo más rápido que podía. Cuando llegué pasé por el boquete en el casco, me agarré a la madera, le dije unas palabras para calmarla y me lamió la cara. Tenía sangre en el hocico y en el cuello, el blanco pelaje se había transformado en rojo carmesí. Descansé un segundo y traté de levantar la jaula, pero era demasiado pesada y el hombro me ardía, entonces mi loba dejó de patalear y me miró con esos maravillosos ojos azules, resignada. <<Mierda, no te rindas Nym, no me dejes ...>> Me sumergí e intenté abrir la puerta de la jaula pero se llevó tal golpe con la explosión que se quedó el pasador muy torcido, tiré de él pero ni siquiera se movió. Volví a intentar levantar la jaula con todas mis fuerzas pero era imposible. Sacaba el hocico entre la reja y el agua ya cubría casi toda la jaula. Metí la mano y le toqué el lomo, ya bajo el agua su mirada parecía contenta, como si me diera las gracias por haber cuidado de ella y hacerla feliz en ese tiempo. Me quedé con la vista clavada en sus ojos mientras se hundía hasta que la perdí. Tuve que dejarla ir.

Me desperté con lágrimas en los ojos, es fustrante el no poder hacer nada y tener que dejar ir a alguien. Los ojos que yo quería al final no eran para mí, lo peor es que ni siquiera me dieron la oportunidad de entrar en el camino que va al castillo por miedo a que me pudiese quedar y ser feliz por fin. Tuve que dejarla ir aún queriendo estar con ella.

Otra experiencia más, mi querida Nymeria, nunca podré olvidarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario